martes, 1 de febrero de 2011

Dos héroes en blanco y negro

Viví la transición del blanco y negro al color de la pantalla chica. A principios de lo años ochenta del siglo pasado era un privilegio tener una TV a color, casi como en los cuarenta lo era tener en casa una radio. Aquel aparato, pequeño pero pesado, de gruesa pantalla y antenas largas, llegó a casa en 1982 y yo quede deslumbrada porque podía ver el amarillo de la "Abeja Maya", el rojo vestido de "Heidi" y el azul del mar genovés de "Marco", todas historietas asiáticas que identifican aún a mi generación.
Sin embargo, y a pesar de aquella fiesta policromática que ahora tenía, mi "banquete" personal de tele era ver las películas del gran Tin-Tan o las del no menos admirado Pedro Infante. Viejas, viejísimas, pero buenas, buenísimas. Argumentos muy ligeros, mucha emoción, mucho drama, bastantes carcajadas y al final el colofón de toda buena historia: "Y vivieron felices"...bueno, en casi todas.
Las pasaban en VTV (Venezolana de Televisión), a media tarde, de lunes a viernes. Y sí, las repetían cuando el archivo se acababa, pero que deleite volver a verlas. De Tin-Tan recuerdo dos con especial afecto: "Con la música por dentro" (1946) y "Las aventuras de Pito Pérez" (1956). De Pedro Infante, cómo olvidar "Escuela de Vagabundos" (1954) y "Los hijos de María Morales" (1952).
Con Tin-Tan, (o Germán Valdéz, su nombre real) además de mi afición por su filmografía (de la mejor época del cine mexicano), me une una emoción particular. Excelente cantante, tenía ese duende especial en su modulación que se reconocía a "simple oído", como ocurre cuando escuchamos hablar con desparpajo al gato O´Malley de "Los Aristogatos" (Disney, 1969) o al bonachón Baloo de "El Libro de la Selva" (Disney, 1967).
En el caso de Pedro Infante, el hilo emotivo viene también por la voz...pero a través de los melódicos boleros que lo hicieron famoso. Aquello de "...y si vivo cien años, cien años pienso en ti" pertenece a mi sountrack personal, aunque no pertenezca a esa generación.
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Por hoy dejo este parque. Con mi memoria en blanco y negro, una serena sonrisa y escuchando un bolero le pido a la luna que me guarde los secretos. Nos vemos otra noche.

martes, 9 de noviembre de 2010

En la oscuridad

La noche se enrollo en mi nuca y cerré los ojos. Pero nadie vino a arroparme. Aquel gigante que me acompañó, que hizo de mi lo que soy, que me enseñó lo que era el coraje con una sonrisa, se fue sin despedirse. O tal vez sí lo hizo.
Hoy vivo en la oscuridad. Camino tanteando lo que me entrega el día: responsabilidades, rabia, amagos de sonrisas, tristeza, rastros de optimismo. Pero trato, lo intento, no me doy por vencida aunque duela su ausencia.
Sesenta días hace que se fue al otro lado del mar y la tormenta arrecia en mi cada vez que recuerdo su sonrisa cómplice. Ahora entiendo que la separación es un sentimiento que viene sin manual.
Papá, espero tu abrazo desde esta orilla. Todos los días. Te amo.

jueves, 28 de enero de 2010

La Teoría del Papel Celofan

Varios meses sin escribir son como una nube represada. Tanto que llover y tan poco viento a favor. Mis funciones de mamá a tiempo (casi) completo me postergan ese tiempo para verbalizar lo que vivo, lo que siento, lo que pienso, lo que me confunde a veces. No obstante, he aprendido que el silencio a veces es prudente. Lo visceral debe ser dosificado.
Acabo de quedarme pensando en estas dos ultimas frases: ser prudente y dosificar las emociones. Ja! Supongo que he madurado. No, "evolucionado" suena mejor. Pero, dejenme ver. Hago un ejercicio retro y resulta que siempre he sido así.
Y es que aquello de tener plena y total libertad , (para hablar, para amar, para trabajar, para crear, etc.) no significa que lo entregues todo, que lo develes todo. Creo que cuando eso sucede te quedas sin tu individualidad. Es decir si no dosificas, si no eres prudente con lo que tienes, con quien eres, desapareces. Es la Teoría del Papel Celofan.
En el musical de Broadway, "Chicago" (1975), un personaje llamado Amos Hart lo refleja muy bien en una de sus interpretaciones, (Mr. Celofan). Enamorado perdidamente entrega todo (y un poquito mas) hasta quedar completamente transparente. Todo mundo sabe que existe, que tiene un nombre, pero al final...nadie lo ve.
Supongo que en algún momento de mi vida yo he mutado en celofan. No lo recuerdo. Pero lo que si recuerdo es haber estado al nivel de cada uno de mi años; ni mucho, ni poco. Y es que estoy hablando de dosis de magia, de misterio, de ese "no se que" que tenemos y que vale oro en polvo. De eso que no podemos ir regalando por la vida a diestra y siniestra. Son esas pequeñisimas sorpresas las que hacen que la cotidianidad y la rutina no maten las relaciones, sean cual sean estas: amor, trabajo, familia, etc.
Creo que ha comenzado a llover fuera del parque y no parara hasta dentro de un buen rato...sin embargo la luna brilla aun mas que hace algunas lunas.

miércoles, 17 de junio de 2009

Manual de la mamá irreverente


  • Poco antes de que la casa le quede pequeña (sí, esa que durante 9 meses ocupó y que tu conoces como tu panza) trata de preparar tu ojos, tacto, oído, olfato y gusto, para que disfrutes de las sensaciones mas extremas. Eso incluye el aroma dulzón a leche materna, la mirada de borrego que solo habías experimentado cuando te enamoraste de su papa, el llanto a veces tierno a veces de película de terror, el característico olor de pañales "posterior a...", el sabor de sus lagrimitas saladas, entre otros estrenos.
  • Recuerda que, así no cantes, para el o ella tu eres Latin American Idol. Para la gran personita de tu vida lo mas importante es sentir tu voz. Revuelve tu memoria y echa mano de aquellas tonadas infantiles que cantabas a todo pulmón cuando tenias 6 años, o tal vez inventante una...eso es mas exclusivo. Todo vale: desde "Susanita tiene un raton..lalalalal" hasta "Un globo, dos globos, tres glooooobos...la luna es un globo que se me escapóooo...lulululu".
  • Lo anterior se aplica también para tus (muchas, pocas o nulas) dotes histrionicas. Inventa (o imita) personajes y voces. Experimenta hasta llegar con el tono único, ese que la "gran personita" aprueba con una mirada, con su calmado silencio y (poco tiempo después) con su sonrisa. Hey! no se trata de que te vuelvas un payaso, sino que apliques una comunicacion divertida. No obstante, si no te queda mas que convertirte en payaso trata de que sea uno del Cirque Du Soleil...un poco mas trabajado. Digo yo...
  • Aprende a hacer todo lo anterior mientras realizas tus tareas diarias (sí, esas que hacías normalmente cuando no había llegado la "gran personita"). Esto es muy importante si eres de aquellas que no tiene mucha paciencia y/o concentración. Ejemplo: prueba a escribir tu blog al mismo tiempo que silbas una canción bizarra (de esas que eventualmente escuchas en AM) y mueves su cuna con el pie. Toda una proeza de ritmo físico y mental!

martes, 16 de junio de 2009

El lado oscuro de la fuerza

Va de confesión: la razón de que no me gustara mucho la saga de Star War cuando era peque se debía a que no entendía mucho aquella maraña de galaxias, criaturas de otros mundos y sobre todo el lío de las "fuerzas". No obstante, mas o menos seguía la historia para no sentirme excluida de las conversaciones de mis compañeros escolares. Digamos que era una cuestión de cultura y de ego...que así juntitos definen la imagen de alguien, digo yo.
"Que la fuerza te acompañe" se oía a algún maestro Jedi decir a algún discípulo guerrero y es hasta ahora que "me cae el 20" de la lógica redonda de la vida...aunque suene muy New Age. Vaya que si no, pues resulta que aquello de la fuerza no es mas que las emociones que mueven...pues lo que sea que vayamos a hacer! Fuerza, luz y sombra. Ese el triangulo de la vida, según el lunático George Lucas.
El bien y el mal, sol y tinieblas, dulce y ácido, blanco y negro. Contraposiciones en las que nos debatimos para intentar vivir en el "deber ser" de una sociedad políticamente correcta...o hipócrita, es lo mismo. Si a este coctel le agregamos la guinda de la religión (cualquiera, ustedes escojan) lo que tenemos es una bomba que nos mantiene en un limbo sin libertad.
Yo que siempre me había considerado radical en todo, sin matices de gris, sin penumbra, pues ahora resulta que pienso que en ese "vaso medio lleno, medio vacío" de sentimientos y emociones, de lo sosegado y lo visceral, esta el equilibrio.
Mientras, en algún lugar de tu cerebro el lado luminoso de "la fuerza" te ordena "buenas" emociones, del lado oscuro tu dudas de tus buenas intenciones. Entonces, digamos que pensaba que era como un Luke Skywalker. Pero, ah! no puedo negármelo: Dark Vader respira mas fuerte en mi cada día.
De todas maneras sigo siendo un Jedi. Que la fuerza me acompañe.

viernes, 11 de julio de 2008

Radiografía sónica

En este parque siempre hay música. A cualquier hora. Hasta en los sueños. Es como una rocola de emociones. Aprendí a hablar a través de la música. Aprendí a escribir gracias a la música. El ABC vino al mismo tiempo que el DO-RE-MI. En el soundtrack de mi vida pueden encontrar cualquier ritmo: desde los que me disparan a mi privadísima galaxia del éxtasis hasta aquellos que no me gustan...pero que igual han estado ahí.
Por eso pienso que para conocer a alguien sólo basta que tararee una canción. Nuestros gustos melódicos forman parte de la radiografía de nuestra personalidad. Una radiografía sónica, que también refleja características ocultas o negadas del individuo en cuestión.
Por ejemplo, desconfío de aquellas personas que me dicen "lo mío es sólo rock"...o música tropical, o pop, o clásica, o lo que sea. Solapadamente me está diciendo "soy intolerante". Por otra parte están los que comentan de entrada "yo escucho de todo un poco", pero son incapaces de nombrar a sus favoritos...porque no los tienen. Eso puede significar despiste, algo de incultura o peor aún inseguridad ("No sé lo que quiero en la vida...no sé ni siquiera lo que me gusta ni por qué") (¡!).
También están los prejuiciosos: "Me encanta cualquier ritmo pero no soporto el vallenato"...o música ranchera, llanera, reggae, funk, country, ska. Digo yo, una cosa es que no te guste (pero lo respetes) y otra cosa es que no lo "soportes" (y además denigres del citado ritmo y de quienes lo escuchen).
Tengo un prejuicioso que está de primero en mi lista y que paradójicamente es músico, un muy buen músico. Buena parte de mi infancia-adolescencia la pasé escuchando sus discos (de vinil, vale acotar) que mi hermana traía de aquella lejana ciudad donde iba a la universidad (realmente no era tan lejana, pero para mí era un lugar inhóspito al otro lado del país). Así las cosas, pasé muchas tardes escuchando el ritmo de una batería que sonaba tan exacta como un reloj, la cadencia de un bajo que "caminaba" en el pentagrama y las notas de una guitarra que con sus solos me hacia sentir en un concierto. Eran los ochenta y yo, una chamita de 11 o 12 años, ya me sentía muy grande porque entendía la líricas y la música de Frank Quintero. Sí ese mismo que luego se volvió bastante comercial, llevándose con ello buena parte de la magia. Sin embargo en esa época canciones como "Pájaros y estrellas" y mi queridísima "Señora Luna" (que tantas veces me ha devuelto la calma) eran su acreditación como artista, en todo el sentido de la palabra.
En fin, pasaron los años y aunque su música decayó considerablemente seguía pensando que era un buen músico. Hasta que hace un par de años leí esto en una entrevista: "Me encanta todo lo que sea música pero hay una ritmo, uno sólo, que no tolero y que me parece una payasada: la música de mariachi". ¡Dios! Pues sí que me dio en mi mera jefa. No es que yo sea mexicana (bueno un poco) pero me preguntaba "¿Será que el señor nunca ha escuchado a Javier Solís o a Pedro Infante lanzarse un bolero o un huapango?". Nada, que seguro se la da de muy "académico" y lo popular para él es igual a incultura. Craso error.
Tal vez por eso es que me gusta el concepto de "rocola" cuando me preguntan qué música es la que me mueve. Y es que esa rocola hay, incluso, melodías que me desagradan. Creo que si vas a decir "no me gusta" debes decirlo con propiedad. Un ejemplo: "Hotel California" de The Eagles. No puedo con ella. La intro de guitarra me va poniendo verde, in crescendo.
Pero tengo tantas que me gustan que al final aquellas pocas que no me gustan se convierten en anécdotas. Todo depende de mi ánimo (o de la luna que ilumine mi mundo, es lo mismo). Hay días donde el intelecto me pide los "Conciertos Brandenburgueses" de Bach. En otros estoy cursi rosa, muy rosa, y me da por escuchar cualquier balada antidiluviana (jejeje) de Ricardo Montaner. Otros días Presuntos Implicados o Mecano me inyectan pop inteligente. También está mis venerados Louis Armtrong o Miles Davis. Incluso cuando me pongo muy folklórica me doy un paseito de flamenco con Camarón, o country con las ya desaparecidas Wilson Phillis, o tal vez Lila Downs con canto oaxaqueño. Si me da por el flachback durísimo no duden, estoy escuchando Timbiriche.
Y no se equivoquen. No calculen mi años a través de la música que escucho. Caerán en una gran confusión. Lo mismo escucho boleros de Toña La Negra, Pedro Infante, Alfredo Sadel o Los Panchos, que el rock de Gun's and Roses, Queen, U2, The Police, Miguel Ríos, Soda Stereo u Oasis. Y en mi repertorio figura (¡quemené!, como decía Tin Tan) algún vals venezolano o tal vez bossanova brasilero o fado portugués.
Igual no me pertenecen generacionalmente, o ideológicamente, o culturalmente, pero qué importa, así es la música, es de todos y es de nadie. Yo seguiré cantando aquello de "Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre, en esta tierra en este instante, y soy feliz porque soy gigante, amo a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada...o casi nada, que no es lo mismo pero es igual" (Silvio Rodríguez). O también "Y uno se cree que nos mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta...son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón" (Joan Manuel Serrat). Y más, mucho más.
En esta noche, me quedo aquí saboreando sonrisas y momentos a través de la música, escuchando a Alejandra Guzmán cantar: "Yo te esperaba y veía mi cuerpo crecer, mientras buscaba el nombre que te dí...en el espejo, fui la luna llena y de perfil, contigo dentro jamás fui tan feliz. Moría por sentir tus piernecitas frágiles pateando la oscuridad de mi vientre maduro..soñar no cuesta, no, y con los ojos húmedos, te veía tan alto, es más, en la cima del mundo".
Antes de cerrar el portal comparto contigo un fragmento de Andrés Henestrosa, ensayista y melómano mexicano: "Si quieres conocer a un pueblo - dice la sabiduría popular - óyelo cantar. Y junto con oírlo cantar conoce su cocina y si oyes cantar a la cocinera mientras guisa, mejor aún: en lo que come y en lo que canta se conoce a un pueblo. La canción es la ventana por donde se nos va el alma, vuela hacia las alturas, hacia el cielo. Una canción si adquiere permanencia y logra que todos la canten, quiere decir que interpreta una manera de alma, un modo de ser recóndito. Las canciones que lo consiguen no mueren; por eso: porque interpretan nuestra manera más recóndita de ser. Cuando parece que se olvidan es sólo eso: un mero parecer. Va y vuelve la canción cuando tiene un quehacer en una comunidad, en un país".

miércoles, 2 de julio de 2008

Maestros

Alguien a quien respeto mucho me contó, hace un par de meses, su teoría particular (pero a la vez universal) sobre cómo nos conectamos con las personas de nuestro entorno. Con esa gente que viene a bien acompañarnos en la vida, ya sea a ratos efimeros o por un trecho más largo. Con esa gente que no entiendes cómo llega o para qué, que pueden ser más jóvenes o más viejos que tu, que no se parecen en nada a ti, que de la nada te pueden querer o tal vez odiar, admirar o envidiar, cuidarte o ponerte zancadillas, acompañarte o en ocasiones dejarte muy solo.

Dice mi amiga que ellos son nuestros maestros. Vienen, como hadas, a romper hechizos. Vienen, como samurai, a enseñarte un arte milenario de guerra y paz. Vienen a devolverte la frescura, la creatividad, la espontaneidad de niño, sin siquiera proponérselo. Llegan para llenarte la existencia sin saberlo...ni ellos ni tu. Vienen a hacerte mejor ser humano.

Hoy, sentada en un banco de mi parque, cerré los ojos y vi pasar muchos que han sido mis maestros. Unos, personas buenas; otros, no tanto. Lo cierto es que en el inventario atrapé al vuelo la presencia de un par de ellos que aparecieron en mi vida hace apenas un parpadeo, que son como luciérnagas brillantes, aunque a veces ni ellas mismas se lo crean. Ellas son mis maestros. Y si me preguntaran qué me han enseñado diría que a rescatar mi sonrisa más primitiva.

No era al revés como pensaban. La inspiración la irradian ustedes, no yo. Las que saben del mundo (transparente e iluminado) son ustedes, no yo. Desde el portal de este parque les envío un guiño de complicidad. Aquí estaré...arrullando a la luna. Ahora más que nunca.